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SAPER

E

 

A

UDE

 A estos hombres de mérito que a la profundidad de las ideas unen el brillo de un talento de exposición (lo cual no presumo poseer), dejo encomendada la conclusión de mi trabajo y el corregir las imperfecciones que en este respecto existen. Porque el peligro aquí no es ser refutado, sino el no ser comprendido.”

 

Immanuel Kant

 

Desde lo más remoto de nuestra infancia se nos ha enseñado a percibir las cosas de un cierto modo, y, así mismo se nos ha enseñado a recordarlas y representarlas de otro. Hemos representado nuestra existencia en sintonía con un conjunto de reglas y cuerpos axiológicos, casi siempre, allende a nuestra a voluntad. Sapere Aude.

 

El estatuto de libertad que prevaleció entre los estoicos, cuatro siglos antes de nuestra era, aún coincide con el de la libertad en términos modernos. Los estoicos Zenón y Crisipo describen el ejercicio de la libertad como la lucha permanente entre una fuerza ajena y exterior a nosotros y el deseo de actualizar nuestras voliciones. Aún así, permaneciendo atados a una fuerza ajena que nos arrastra en contra de nuestra voluntad, encontramos un pequeño claro para creer en la posibilidad de crear.

 

Ese instante de claridad, instauración del sapere aude o touche de libertad, modelaron la génesis del arte. Dentro del margen de movimiento o libertad (lo cual, en este caso, es directamente proporcional a la distancia que recorre el lazo que nos une a la fuerza que jala de nosotros) que existe, aún al ser arrastrados por algo, encontramos una inconmensurable posibilidad de representarnos la existencia, e incluso el mundo, en abierta oposición al dictamen de la convención.

 

Las formas bajo las cuales se ha transgredido el mundo de las representaciones tradicionales, fueron más allá de la fantasmagoría o irrealidad. La creación artística e intelectual de los que nos precedieron a lo largo de tantos siglos, cimentaron nuevas formas de representación, que alejadas de las formas tradicionales o convencionales se plantearon la necesidad, no de revertir el orden preestablecido, sino de encontrar un kosmos propio que permitiera articular una visión del mundo desde lo individual. Hubo quienes fueron más allá, quienes en lugar de representar la realidad exterior, presentan una imagen concebida—o a medias concebida, a medias intuida, a medias hallada—por el creador.

 

Sapere aude alude a un grado de percepción-interiorización, por parte de sus creadores, de la existencia y el mundo circundante, e incluso de una realidad que sólo les es propia a ellos mismos, la cual se transfigura en pinturas que se contienen y se soportan así mismas en una especie de diálogo tautológico. De esta forma, Mondrian básico o raíz cuadrada de uno mismo de Pacheco o Paisaje metafísico de Villaseñor, pueden ser vistas como proposiciones analíticas—en el sentido kantiano—y por lo mismo lo que importa es la sintaxis de sus elementos constitutivos. Su valioso intento de resolución de la antítesis sujeto-objeto, alcanza el “límite” de la objetivación de un espacio concebido desde el sujeto, es decir, de un espacio apriorístico, subjetivo, interiorizado.

 

 

Favricio Huerta

 

 

acrílico sobre lino
acrílico sobre lienzo
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