Sin mañana
Ingrid Valencia
Esta ciudad de esquinas y aquel hombre son la rama que nos sujeta.
Cierra los ojos, cuervo. No mires el cielo moreno de maguey. Yo no sé domesticar la pupila.
Bebo de la rama para morir donde ardan las ganas
de ser los niños que fuimos, tras las cortinas, bajo la cama y con los dedos.
Dedos de mezcal verde y sur,
la noria de la montaña eléctrica, un carrusel vertical para mirar tan alto y tan bajo.
Esta ciudad, no te dije,
lleva las puertas en la espalda:
Hoyos de testigo colgante por las cuerdas de un arpa
con mensajes largos.
Porque lo dijimos con el cielo entrañable,
desollado,
y nos miramos la lengua
porque sí, porque nos íbamos a otra casa
con luz verde
a buscar el filo de lo hermoso que sepulta el grito,
esta mentira
del primer ojo.
Para nacer después
renuncio aquí, desde el tacto,
donde falta el agua.
Nos cogeremos con todas las manos y abriremos la garganta bajo la lluvia de listones negros.
El verde caerá en otro sitio
en dientes,
en líquido,
en ruinas.
Porque haremos del cuerpo una casa para deshabitar
para lamer la cal de los escombros:
la gota que escucho,
la fosa común.
Porque vamos
a otro sitio en besos de mezcal
para arrancar la piel de la calle
y mirar, cada día
sin mañana.
Bola ocho
Ingrid Valencia
Negras, las cosas negras. Agua de ceniza que baja por el cuerpo como las serpientes cuando dejan su piel. Abandonar todo de vez en cuando. Alumbrar el tiempo. Arrancar las ramas de un roble sólo para verlo desnudo, aunque el árbol adentro invada las arterias y la saliva de la tarde. Habría que despedirse con una rama entre los dientes, regresar a la tierra lo que se amó y mirar las manos, otras piedras. Encender el fósforo de la mirada y cada esquina de la boca. También se rompe lo que no se ve y cae desde todas partes. Aún gira el caleidoscopio, aún late la superficie de agua, aún acumulo el descanso de andar entre la gente, aún me muevo en la quietud. Aún me entrego al brillo cambiante. El muro cae sobre las raíces del asfalto, mi boca está petrificada de amanecer. Encajo los dedos en el lodo. Hay que mirar con más atención. Hay otras maneras de gritar. También la huída cae por dentro, uno avanza hacia allá, tan lejos, tan apenas la piel. Así los dedos, las piedras, el grito, la rama, las cosas de allá abajo. La luz negra señala el edificio más alto. Estos huesos de cartón, mis pertenencias, estas uñas de inmortalidad subterránea. La tierra disimula los cadáveres. La tierra abraza. Ninguna forma es tan pequeña que no pueda nombrarse. La luz es un cuerpo. La luz es un cilindro, quizá una lengua que lame la espalda para marcar lo que no fue pero existe, aquí está lo que se fue con el humo, las medusas detrás de las nubes. El comienzo es la firme partida de un abandono, ese instante en el que el pianista se incorpora en la silla, agita las manos, mira las notas y se va. Negras, las cosas negras.
Reloj de arena
Montserrat Morales
I
estos vicios no son míos,
son de aquéllos que han pasado por aquí
y de otros que detuvieron mi mirada y mi aliento,
estos vicios no son míos, lo juro,
pero han aguzado mi oído
he descubierto el chasquido
el instante del instante
este no ser yo y buscarme en todos lados no es cosa mía,
me han vaciado de mí
como agua que cae de un jarrón tan lleno
estos vicios no son míos
alguien los ha puesto aquí
ahora soy un péndulo
y mezo estas noches sin sueño
II
una danza evoca silencios
silencios que de tanto pensar
combinamos con llanto, con whisky
y acariciamos las heridas,
gatos mansos y malditos
III
la noche ya no es la noche
es la otra orilla del mundo donde vemos con calma los arañazos del destierro
del abandono
de la muerte injusta
el tiempo -para entonces- se ha llenado de polvo y el mundo gira la llave
en un rato intentarás recordarlo todo
de nueva cuenta lo destruyes
Giralunas
Montserrat Morales
una larga tarde cobijó un encuentro, no fue el nuestro, tal vez no exista,
la ciudad vio nacer dos giralunas en un parque de locos que no saben hablar
yo bebo estos recuerdos ahora
después no sabré dónde han quedado
dejo guiños
aunque no sea necesario
dejo destellos
el vaso vacío
sin llanto
porque los fantasmas no lloran
0.5
Arturo Pacheco Lugo
escritura automática
acrílico/lino
62 x 66 cm
2014
Phil Ochs estará de regreso pronto
Luis de la Peña
I
Voy a estar un tiempo fuera,
pero espero regresar pronto.
Phil Ochs
Escucho su voz
venida desde lejos,
desde un lugar inhabitado:
su sola voz cuando canta
a la “dama flor” a quien nadie
compra flores.
Estoy en uno de esos lugares
en que se alquilan computadoras,
y a donde la gente viene después
del trabajo a ver videos prohibidos
o a enviar mensajes sin sentido
dentro de una botella cibernética
para distraerse y dejar pasar el tiempo.
Phil Ochs es ahora una imagen
que se borrará de la pantalla
en unos instantes,
unas palabras que se pierden
entre la muchedumbre
en cuanto se vuelva a abordar
el vagón del metro
que conduzca a casa
y mientras se recuerda
aquel disco extraviado o roto
desde el que Phil Ochs
parece decirnos que todo es un engaño,
que no se ha suicidado
y que habrá de estar de regreso pronto.
II
Regresaré de una forma distinta
para demostrarles que no todo
fue pérdida en los desnudos páramos.
Phil Ochs
Como Phil Ochs lo dijo:
“voy a estar un tiempo fuera”;
iré a un lugar diferente
al que vivo ahora
y me convertiré en una muy distinta
persona.
Me cambiaré el nombre
y trabajaré en un oficio
al cual nunca me hubiera dedicado,
viviré como un extraño
en una tierra extranjera
medio hablando alguna lengua
desconocida,
y volveré sólo para hacerles ver
a quienes me conocen
lo mucho que quizá haya cambiado,
pero en el fondo aceptaré
que, pese a todo,
uno siempre será el mismo ingenuo
que desea huir hacia cualquier otra parte.
Canelita
Jorge Montiel
En el Route seventy-seven con dirección al este
van las mujeres polacas
con sus ojos de incertidumbre y de cansancio
a limpiar oficinas al downtown.
Van calladas, parecen una canasta de pambazos
y yo un lunar en medio de ellas.
De pronto, en una esquina
sube una mamá canela con su niño canelita en brazos
y los ojos de todas las polacas se posan sobre el niño.
Pero la mirada de una de ellas está rota
y la canelita piel del niño le entra por un resquicio.
Ella lo nombra y viste en su mirada.
Le pone un dedo entre sus manos,
le rasca la pancita, le cuenta un secreto
hasta que la madre canela jala el cordón
y con el niño canelita entre sus brazos
baja.
La polaquita de la mirada rota juega con su arete
y a poco también jala el cordón y también baja.
Yo, con mi silencio lunar he perdido mi parada
agacho la cabeza, me duele la memoria.
Pris en flagrant délit d'apathie...
Je prie le flamboyant lendemain d'être magie...
La fragrance du délire me donne la migraine.
Et je vis, là, en géhenne.
Triste dessein in front of me...
Et je geins, et je geins aujourd'hui et sans fin...
Solitude je te hais.
Solitude dont je suis fait.
Mais c'est l'été ! Alors sourions aux rayons !
Rayonnons faussement au milieu des gens !
Mais c'est l'été ! Mais mon âme est en haillons...
Baillons vraiment au milieu des gens !
Non mais tu vas cesser de te plaindre Philippe !
Réagis !
Atrapado en flagrante delito de apatía
Le ruego al día flamante que sea mágico.
La fragancia del delirio me otorga la migraña.
Y vivo, allá, en la Gehena.
Triste designio in front of me...
Y gimo, y gimo, ahora y sin término.
Soledad: te odio.
Soledad: de ti estoy hecho.
¡Pero es el verano! Entonces ¡a los rayos sonreímos!
Irradiamos falaces en medio de la gente.
¡Pero es el verano! Pero mi alma está en harapos.
Bostezamos de veras en medio de la gente.
¡Philippe, no vas a dejar de quejarte!
¡Reacciona!
[Versión: Gerardo Lino en colaboración con Natali Flores y Sébastien Leroux]
Atrapado en flagrante delito de apatía
Philippe Michel Quéméneur Perchoc
Si el día ha terminado
Gabriel Cruz Mayorga
Si el día ha terminado
si las aves vuelan hacia ningún aire
si duermen los árboles en su semilla
oscurecidos por su sombra
Si el día ha terminado
si apagas tu corazón y tienen otra fuente
tus sueños otro sonido
si ya amaste y dejas un fuego en un abrazo
Si hojeaste el diario
como si el mundo estuviera siempre en vilo
entre luces y penumbras
entonces puedes apagar la luz
como si apagaras una sombra
que ha crecido contigo todo el día
Mujer que iba
Gerardo Lino
otro poema, un cuento, una novela quizás
―cómo revelar el enigma que subyace en la puerta sin quitar la puerta ni hacer un boquete en el umbral―
acaso la canción sin una letra
―y quedarse en su gestación confusa hasta la finura misma de sus comienzos en que nada se oye―
o lienzos abstraídos de pintura
―quitando los colores con una espátula
anulando formas hasta su geometría y esa Idea
Qué podría hacerse para comprender tu ser
cambiante y misma
mientras vives
Cómo atreverse a decir el conocimiento
de ti
el vuelo anterior
y la mutación próxima
―un obituario ya sería un comienzo
traslascitas
poema permutante
Gerardo Lino
(Arrastrando las frases, lee el poema en el orden que quieras)